lunes, 30 de marzo de 2015

Despréndete del pasado.


Mi amigo me pidió que me sentara y cerrara los ojos. Yo estaba nervioso, porque no sabía qué iba a pasar o qué era lo que iba a hacer. Me olvidé por completo de que estaba en el trabajo y le obedecí. Me dijo que me relajara para que su remedio hiciera efecto. Respiré hondo y relajé mi cuerpo sobre la silla. Solo sentí que puso dos dedos en mi frente y en un segundo sentí que caí lentamente en un precipicio.
Era un lugar oscuro y el aire se respiraba limpio, sin olor alguno. Me sentía como una pluma, ligera y sin rumbo. Mis sentidos no captaban algo específico del espacio en el que me encontraba, pero por dentro yo estaba en paz.
De pronto, vi una luz frente a mí. Dejé de caer y quedé flotando. Sentí que una fuerza tiraba de mí hacia ese lugar; empecé a distinguir una habitación, una sala. Me acercaba cada vez más rápido y frené justo en medio del lugar. Vi a una mujer joven entrar por la puerta, atravesar el lugar y tomar un libro de uno de los muebles. Caminó hacia el sillón y se sentó en él. Al parecer ella no me veía.
Llamó mi atención el título del libro: Del pasado desprendido. Ella comenzó a leer y, aunque no lo hacía en voz alta, lograba escuchar su voz que narraba la historia de un chico que no entendía muchas cosa de su vida, se sentía dentro de un cuerpo extraño, en un lugar fuera de la realidad y con personas de costumbres raras para su época. Mientra más escuchaba la historia de este chico, me daba cuenta de que esa era mí historia. "¡Yo nací mujer", dije desesperada a la persona sentada frente a mí, pero no me escuchó. Seguía leyendo cada palabra, cada párrafo y yo daba vueltas por la habitación; trataba de entender qué era lo que Augusto quería mostrarme.
La mujer leyó sobre el día en que me sentía frustrada y describió cada cosa que había hecho, todo lo que había pensado y dicho. Me senté en el suelo a esperar que relatara acerca de mi transformación, pero no lo hizo. Al llegar, en la historia, al momento en que me senté en el sillón de mi sala, se detuvo y rio ligeramente.
Si tan solo fuese mujer, mi vida fuera otra fue lo último que leyó.
Bostezó, cerró el libro, lo dejó sobre el sillón y salió del lugar. ¡Quería decirle que no parara de leer, pero mi voz no se escuchaba! Ella se había ido y yo no sabría jamás que pasaría en mi vida. Aparte, no recordaba que haber dicho lo último que ella leyó.
Es tu turno de leer. Despréndete del pasado escuché la voz de Augusto.
¿De leer? yo no…—en ese momento volví a desvanecer, pero esta vez no tardé tanto en caer sobre un lugar.
Estaba todo oscuro, no sabía que hora era. Me levanté y caminé rascándome la cabeza. 
—Baruj, ¡ya ven a cenar! escuché la voz de mi mamá.
Un tanto aliviado por saber que estaba en casa, corrí con mi mamá y la abracé. 
Hacía mucho que no recordaba algún sueño. ¡Todo parecía tan real, ma!.
Pensé que era mejor no contar nada de lo que me ocurrió. No sabía si en verdad había sido un sueño. Al fin de cuentas, seguiría con mi vida. Me armé de valor porque pensé que era el momento de disfrutar la vida desde otra perspectiva.

domingo, 22 de marzo de 2015

¡Alguien lo sabe!

Pasaron los días y decidí tomarme muy en serio mi papel de ser hombre. Al parecer, Ángela y yo llevábamos una relación bastante abierta y confortable. Fueron muy agradables los momentos que pasaba junto a ella y, la verdad, me estaba enamorando. Me encontraba tan sumergido en mi nueva identidad que olvidé quién era yo antes de conocerla. En la escuela, la veía en todas mis horas libres y, casi siempre, la esperaba al final de clases para llevarla al paradero del camión. Era muy triste verla partir.
En mi trabajo nunca notaron lo que había pasado, pero después de conocerla me decían: “Y ahora qué te traes?”, “¿Por qué tan alegre?” y cosas por el estilo.
Un miércoles en la noche, estaba barriendo la terraza que daba a la calle, cuando vi una silueta alta y esbelta caminar hacia mi. Era un amigo que me había hecho en ese mismo lugar y hacía poco más de un mes que no lo veía.


—¡Augusto, que milagro! —me dio tanta alegría verlo que le di un fuerte abrazo.
—Sí, verdad? —dijo algo sorprendido por mi reacción— Fíjate que ya no he podido venir porque me cambiaron de oficina, pero estaba por aquí y quise venir a saludarte.
—¡Mil gracias! Yo tengo que contarte muchas cosas —me detuve a pensar si era buena idea platicarle lo que me había pasado aquella noche y desde entonces— Pues, creo que no es muy buena idea que lo sepas. Es algo raro y ¡te reirás!
—¡Oh! Pues más que parecerme raro ahora me interesa. Tendrás que contarme ahora o quién sabe si más tarde puedas hacerlo. No sé cuándo regrese —tomó asiento, me miró y con un gesto me indicó que diera comienzo a mi relato.
Él era analítico y calculador, y me había contado que practicó magia negra en algún momento de su vida (por cierto me lleva más de 20 años), y ahora pudiese tener una respuesta coherente para mi caso.
Le conté desde el día que desperté y nadie notaba nada raro en mi, hasta cuando me resigné a vivir con ese rol y haberme enamorado de una chica. Conforme le iba platicando él se ponía más serio; ya no eran gestos disimulados de asombro.
—Sé lo que te pasa y lo noté desde que te vi. Por eso vine a verte.
Me quedé tan pasmada… ¿Qué es lo él que sabía?

lunes, 16 de marzo de 2015

La decisión





No sabía que hacer en mi cuarto para distraer la imaginación. Sentía mucha curiosidad y emoción por saber más cosas acerca de mí, así que encendí la computadora y abrí mis cuentas de redes sociales. En Facebook vi que, efectivamente, el chico del perfil era yo; mi lenguaje y mis conversaciones sí eran diferentes, pero mis gustos en general y mis contactos eran los mismos.
Noté que me había agregado Ángela y le mandé un mensaje para saludarla; en pocos minutos me respondió. Se veía tan guapa en su foto de perfil que no lo pensé dos veces para invitarla a salir ¡y ella accedió!, por cierto, algo sorprendida porque yo también le gustaba. ¡Le gustaba! Eso me entusiasmaba y se sentía extraño.
Fui por ella al Auditorio, donde quedamos, y de ahí la llevé a la Cineteca. Compré palomitas y nos quedamos en la función al aire libre. Ambos estábamos nerviosos y ansiosos por saber uno del otro y, antes del comienzo de la película, nos sentamos en un petate a platicar, mientras fumábamos un cigarrillo, acerca de nuestras vidas. Dio comienzo la película y nos recostamos. Después de un tiempo ya hacía frío, por lo que no pude contener las ganas de abrazarla. Ambos nos fuimos acercando hasta quedar abrazados sobre el petate, ese momento me conmovió bastante, y aparte, ella me estaba dando palomitas en la boca. ¡Fue tan romántico!
Terminó la función y recordé que iba a ir con mis amigos a un antro, esa misma noche, y decidí invitarla. Claro que no iba a llevarla sin antes cenar, así que decidimos comer crepas. La llevé a su casa a que pidiera permiso a su mamá de ir conmigo, para que así no la regañaran. Después manejé hacia el antro.
Cuando llegamos, el lugar estaba repleto y nunca pude encontrar a mis amigos. Nos pusimos a bailar y, como no podíamos movernos mucho, preferimos salir del lugar y platicar mientras caminábamos. Me encantó tanto su personalidad y su compañía. Coincidimos en muchos gustos, reímos de unos tantos que se nos hacían anticuados y compartimos algúnas experiencias, tanto agradables como desagradables, de nuestro pasado. Ya era tarde, y decidí mejor llevarla “temprano” a su casa. En el trayecto, me sentía tan emocionado y le pregunté que si quería ser mi novia… ¡dijo que sí!
¡Al parecer sí me gustaban las mujeres!

lunes, 9 de marzo de 2015

¿Me gustan las muy mujeres?


De lejos ví la casa de Janeth y a unos metros antes de llegar, me di cuenta de que alguien iba a salir y me detuve.

—¡Baruj! Estaba a punto de ir a buscarte —ella corrió a abrazarme; yo me puse algo tensa.
—¿Ah, si? Oye ¿notas algo raro en mí? —tomé cierta distancia de ella.
—Mmm… a excepción de que traes puesta ropa de tu hermana, todo lo tienes en su lugar —no pudo disimular su asombro.
—¿Segura? ¿Siempre he sido hombre? ¡Dime que no, por favor!
—¡Estás loco, Baruj! Sí, siempre lo has sido. Al menos hasta ahora —me dijo sarcásticamente.

Me tapé la cara con las manos. Estaba desesperada por saber el problema que tenía y ella no me iba a ayudar, definitivamente. Respiré hondo y le expliqué qué le había pasado a mi cuerpo, porque yo seguía pensando de la misma manera o al menos eso creía. Mientras más le contaba menos paraba de reír y me miraba con tal ternura que por un momento me dieron ganas de besarla.

—Y por eso vine a buscarte —expliqué.
—Pues ayer me viniste a dejar después del cine.
—¿De verdad? Sí recuerdo ir al cine, pero no bajarme contigo.
—¡Me venías contando de la chica que te gusta. Ángela, de tu clase de cómputo.
—¡Wow! ¡También me gustan las mujeres! ¿Qué más no sé de mi?
—¡Pues, al parecer que traes sostén! —soltó una carcajada burlona. —Ya déjate de cuentos y vete a cambiar. ¡No te va muy bien esa ropa!

Me resigné a obedecerla, pero le pedí que me acompañara para que me contara más sobre Ángela. Me llamaba la atención el ¿cómo era que me gustaban las niñas? Pero no me quiso contar mucho.
Al regresar a casa, le dije a Janeth que me esperara en la sala. Le pedí a mi hermano que me prestara ropa y él, sin preguntar, lo hizo advirtiendo que si no se la devolvía, no me la volvería a prestar.
Me fui a cambiar en mi cuarto, pero al entrar, me llevé la sorpresa de que ya no era como lo recordaba. Parecía que todo sobre mí iba cambiando gradualmente. Al volverme a ver en el espejo, mis facciones ya eran totalmente varoniles; mis músculos, más prominentes y hasta mi mirada era diferente.
En ese momento llamaron a la puerta; era Janeth, diciendo que tenía que marcharse. Al despedirnos me suplicó que ya no me comportara tan raro, la divertían mis preguntas, pero hacía que se espantara.

lunes, 2 de marzo de 2015

Confusión o realidad



Era sábado en la tarde. Me había quedado dormida en un sillón de la sala y no sabía qué hora era, pues todo estaba apagado. Me paré y caminé rascándome la cabeza. En ese momento me detuve ¡Qué le pasó a mi cabello! ¡Lo tenía corto! Fui en busca de mi mamá para decirle que uno de mis hermanos había trasquilado mi cabello o se pusieron de acuerdo para hacerlo juntos. Llegué agitada a su cuarto.


–¡Mira lo que me hicieron mis hermanos, mami! –le mostré con la lágrima de fuera.
–¿Hacerte qué, hijo? ¿Por qué estás despierto, ya viste la hora? –dijo bostezando.
–¡Mi cabello! Mira mi… ¿por qué me dijiste, hijo? –me interrumpí con pavor.
–¿Qué te pasa, Baruj? Ya ve a dormir, anda.

Me volví hacia el espejo y ¡vaya sorpresa! No solo me habían cortado el cabello, si no que también ¡me pintaron barba y bigote! “Qué mala onda” –pensé. Miré de nuevo a mamá y ya estaba dormida. No me había dado cuenta que la había despertado con mi escándalo; creí que estaba tan dormida que ni me puso atención, así que me fui a mi cuarto. Adormilada, cansada y triste por lo que me pasaba, solo me tendí en la cama dispuesta a dormir.

Cuando sonó mi despertador, lo apagué. Fui al baño porque quería orinar y al sentarme sentí algo extraño. Tenía un pedazo de… ¿era un pene? ¡era pene! Definitivamente no fueron mis hermanos. ¿Qué me estaba pasando? Ésta vez fui con mi hermana mayor para preguntarle si sabía qué me estaba pasando.

–Oye, Pera… –me callé de sorpresa. ¡Mi voz era de hombre!
–¿Qué te pasa, guapo? –me dijo preocupada.
–¡No mames, me pasa todo! –y corrí a mi cuarto dispuesta a no salir en un rato.

Me senté en la cama justo frente al espejo y me observé con atención durante largo tiempo. Sin duda no sabía lo que me pasaba. Llegó un punto en que acepté la situación y aún así no sabía que hacer. Con cautela y timidez, salí de mi cuarto. Sólo quería dar la vuelta en la calle y pensar un poco, así que crucé los pasillos en silencio, pero la voz de mi mamá me detuvo.

–Baruj, ¿vas a salir? –definitivamente así me llamaba.
–¡Si, Ma! No tardo.


Seguí mi camino. Decidí ir a casa de mi mejor amiga; quizá ella sabía algo.

domingo, 22 de febrero de 2015

No cierres los ojos




Nunca sabré lo que me depara la vida. Mucho menos poseo una completa perspectiva  de quién soy, quién fui o quién espero ser. Miro mi imagen en el espejo; me considero una mujer de pe a pa. Suelo conocer mis gustos, mis ideas y mis cualidades. Aún así en mi vida es el azar quien decide.

Sé que tengo un papel importante en este mundo, pero ¿hasta qué grado dejo de ser importante? ¿En qué punto el azar gira los dados y cambia el papel de mi vida?



Todas las mañanas suelo despertar enredada en las sábanas. Todo a ésa hora suele verse borroso. Suena mi despertador y lo apago casi a tientas como si estuviera en estado automático. Me arreglo y voy a la escuela. Después de clases voy al trabajo, llego a mi casa a altas horas de la noche y me dispongo a descansar de nuevo.


El domingo es mi día favorito porque procuro hacer algo diferente. Además, lo que más me gusta es convivir con mi familia. Con ellos siempre me llevo bien; me gusta la forma en la que nos tratamos, convivimos de manera sana y bromeamos con tan buen humor que nos suele doler la barriga de tanto reír.

Si hablo de mis relaciones de amistad, haré énfasis en que tengo más amigos que amigas. Así pues, por cuestiones de personalidad, suelo llevarme mejor con los hombres y por lo mismo supongo que es difícil concretar una buena relación sentimental con alguno.

En mi trabajo con todos me llevo bien. Me gusta hacer sentir bien a mis partners (así solemos llamarnos por políticas de la empresa), soy muy sociable con las personas que trato y eso me gusta mucho de mí.

Me pregunto ¿qué tan difícil puede parecer mi vida por no estar yo completamente segura de quién fui, quién soy y quién seré? A veces algún insignificante e inesperado hecho llega a ser tan importante en la vida que la cambia sin que uno se dé cuenta.
Un día razonaba eso mientras entraba en un estado de completo estrés. Cerré los ojos y al abrirlos no supe que hacer…